lunes, 25 de julio de 2011

En defensa de la banca pública

En defensa de la Banca Publica, en defensa de todos los organismos publicos, pero eso sí, controlados, revisados, inspeccionados con regularidad y naturalmente bien gestionados. Carmen.

'Documentos TV'. "Microcréditos" Hay que verlo es impáctate, una investigación que cuestiona la utilidad del sistema de microcréditos. … Una razón más para defender y reivindicar la banca pública, frente a cualquier otro tipo de Banca (no es por nada pero es que la historia lo confirma, de momento, y a pesar de nuestras tiernas voluntades, no podemos fiarnos ni de nosotros mismos).
Si existe una educación pública y una educación privada, una sanidad pública y una privada … ¿por qué no una banca pública y una privada? La respuesta al enigma hay que buscarla en las palabras que el banquero Rotschild pronunciara hace ya dos siglos: “Dadme el control sobre el dinero y ya no me importará quién haga las leyes” - http://www.rtve.es/noticias/20110411/doc...
También lo podéis ver en este enlace http://youtu.be/BZzUb1q32P4

¿Por qué necesitamos Banca Pública?
Alberto Garzón Espinosa

Viernes 4 de junio de 2010, por Redacción - Pueblos
La crisis financiera internacional ha recuperado el debate sobre la propiedad privada o pública de la banca. Los millonarios rescates bancarios acometidos por diferentes gobiernos (con Estados Unidos y Reino Unido a la cabeza), los extraordinarios beneficios que han tenido los directivos antes, durante y después de la crisis, la distorsión generalizada que han provocado con sus actividades especulativas… y la sin duda sangrante consecuencia final de la crisis: el pago de la misma por las clases populares que nada han tenido que ver en la gestación de la misma. Todo ello está ahora mismo encima de la mesa.

El debate no es sólo moral, como podría parecer en primera instancia, sino que va mucho más allá. Se trata, también, de una cuestión económica de cuya resolución dependerá el futuro de la actividad económica mundial. No en vano, hablamos del funcionamiento de un sector crucial para el capitalismo.

Costas Lapavitsas, profesor de la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la University of London, y miembro del Research on Money and Finance (RMF), escribió el año pasado un papel en el que argumentaba las razones por las que, según él, era necesario abogar por una Banca Pública. Recupero aquí las principales aportaciones de aquel documento, que en todo caso recomiendo leer al completo, de cara a fortalecer nuestros propios argumentos.

Para Lapavitsas la actual es una crisis sistémica, y no accidental. Estaríamos ante los efectos más drásticos de la transformación que el capitalismo contemporáneo acometió en torno a la década de los setenta y ochenta. Dicha transformación, resultado de las reformas políticas de los gobiernos de inspiración neoliberal, habría llevado a la banca a perder la cuota de mercado que tenía con las grandes empresas productivas. Éstas, aprovechando el nuevo contexto financiero (bautizado por muchos autores con el término de “financiación“) habrían reducido su dependencia de los bancos gracias a una mayor facilidad para financiarse a través de operaciones de mercado abierto (fundamentalmente a través de la emisión de acciones y títulos). Los bancos, en respuesta a ello y para mantener los niveles de rentabilidad previos, habrían desplazado su actividad en dos sentidos: involucrándose de forma creciente en operaciones de mercado abierto e intensificando sus relaciones con los trabajadores individuales.

La crisis habría puesto de manifiesto la debilitad de dicho esquema. Las operaciones de mercado abierto habrían sido fundamentalmente especulativas, derivando en una fuerte inestabilidad financiera, y la intensificación de la actividad sobre los trabajadores individuales habría llevado a lo que se define como “expropiación financiera” de los bancos sobre los trabajadores, agudizando la desigualdad y la transferencia de rentas desde las clases sociales más desfavorecidas hacia los directivos bancarios y los accionistas de los bancos. El estallido final de la crisis habría supuesto, también, una fuerte transferencia desde el sector público hacia el sector privado; las inyecciones de capital y la compra de activos tóxicos habrían sido, además, ineficaces al no conseguir recuperar los flujos de crédito hacia las empresas.

La necesidad de una Banca Pública tendría dos pilares fundamentales. El primero, superar la crisis actual de forma justa y verdaderamente eficiente. El segundo, recuperar el sentido del sistema financiero y promover que el mismo sea un canal efectivo de transferencia de capital hacia la inversión productiva. Además, se plantea, serviría también como parte de una estrategia más amplia de recuperación del poder económico y democrático de la ciudadanía.

Efectivamente, las inyecciones de liquidez, los tipos de interés cero, la compra por parte del Estado de activos tóxicos (títulos financieros que ya no valen nada y que permanecen a precios ficticios en los balances bancarios disimulando así las pérdidas reales), y otras medidas del mismo sentido, no han tenido el éxito esperado. Han servido para recuperar la rentabilidad de los bancos, y de ahí que publiciten tantos beneficios en años de crisis, pero no se ha reactivado el flujo crediticio. ¿Cómo es posible? Fundamentalmente porque todas esas inyecciones de dinero público se han destinado a nuevos procesos de inversión financiera especulativa y no de financiación de la inversión productiva. Es decir, los bancos que recibían dinero barato de los bancos centrales lo destinaban a prestárselo a otras unidades económicas a precios mucho más caros (incluyendo al propio Estado a través de la deuda pública).

Los bancos no se atreven a reconocer las pérdidas porque tendrían que enfrentar una posible quiebra y una caída espectacular en la cotización de sus acciones. Por eso los estados están ayudando en todo el mundo a los bancos de una forma muy poco transparente. Y, como salvaguarda de los principios del sacrosanto mercado, tampoco pueden controlar a qué destinan los bancos el dinero. De ahí que durante la crisis escucháramos a presidentes como Zapatero casi pedir por favor a los bancos que movieran el dinero a la economía.

La Banca Pública sería una alternativa mucho mejor para enfrentar todos estos problemas. En primer lugar, restauraría al completo la confianza en los mercados. Al estar su actividad respaldada por el Estado, no habría razones para dudar de sus solvencias, y reduciría las tensiones en los mercados interbancarios (reduciendo los tipos LIBOR y EURIBOR). En segundo lugar, se solucionarían también los problemas de falta de transparencia, falta de democracia y, claro está, de solvencia. No habría razones para ocultar pérdidas, y la liquidez se recuperaría. En tercer lugar, se podría establecer un criterio justo y solidario para pagar el coste de dichas pérdidas, diversificando el mismo entre clases sociales.

En lo que respecta al comportamiento de largo plazo, los bancos privados se han comportado -como es lógico- como empresas capitalistas maximizadoras de rentabilidad y, como es propio del contexto actual, basando su actividad en un cortoplacismo que ha obviado las estrategias a medio y largo plazo. En su labor original los bancos privados se han mostrado muy poco eficientes. Así, han destinado los recursos a actividades especulativas, dejando de lado la financiación de la economía real y llevando a menores tasas de crecimiento económico en todo el mundo desarrollado. El sistema financiero, en definitiva, se ha distorsionado y no está cumpliendo su función.

La banca pública sí puede cumplir esas exigencias de forma satisfactoria. Las grandes empresas no se financian a través de los bancos, pero sí las medianas y pequeñas empresas así como también los hogares. Un sistema financiero eficiente propulsa la demanda agregada a través del incremento de la inversión y del consumo, llevando a mayores tasas de crecimiento económico. Además, el funcionamiento “ético” de la Banca Pública tendría prohibidas las actividades especulativas y las prácticas depredatorias (altos tipos de interés, estafas, etc.) con los trabajadores individuales. La Banca Pública se convertiría así en el instrumento más eficaz para hacer política económica, pudiendo dirigir las decisiones de inversión de las empresas y, por ejemplo, ayudar en la configuración de un nuevo modelo productivo (fomentando a través de líneas de crédito barato, por ejemplo, la inversión en sectores estratégicos como las energías renovables).

Lapavitsas precisa algunas puntualizaciones finales. No se trataría de una simple sustitución de gestores privados por burócratas estatales, sino de un cambio profundo y radical en la naturaleza de la misma institución. Una banca pública que estuviera organizada democráticamente, con unos criterios sociales bien diferenciados y con total transparencia y representación social. Y dentro de un marco de cambio económico en el que se revertiera la tendencia regresiva de las políticas económicas, llevando fundamentalmente a una recuperación en la provisión de servicios públicos por parte del Estado.

Para llevar a cabo todo esto y poder reiniciar un ciclo económico expansivo, Lapavitsas insiste en que no hacen falta técnicos cualificados (que los hay, y muchos en paro) sino simple voluntad política. He ahí la cuestión.

Alberto Garzón Espinosa es economista y pertenece al Consejo Científico de ATTAC - España.

Este artículo fue publicado originalmente en http://www.attac.es/
Durante décadas, la idea de dar pequeños préstamos a los pobres para mejorar su calidad de vida ha sido aplaudida con entusiasmo en todo el mundo. Documentos TV emite el domingo 24 de julio "Microcréditos", una producción danesa que cuestiona su utilidad; el documental que provocó la expulsión del premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, el banquero de los pobres, de la institución que fundó.
Microcréditos, la gran esperanza

En 2006, la Academia de los Nobel otorgaba el premio de la Paz a Muhammad Yunus, el llamado banquero de los pobres. 30 años antes, este economista bangladeshí fundaba el Grameen Bank, o banco de la aldea, desde donde concedía cientos de microcréditos a los más desfavorecidos de la tierra, con el beneplácito de los más acreditados organismos económicos y políticos del mundo. El Comité del Nobel reconoció los esfuerzos de Yunus por crear desarrollo económico y social desde abajo.

Se había creado el sistema de microcréditos en los países del tercer mundo. La gran esperanza de la microfinanciación era que este tipo de intervención tan concreta pudiera aplicarse masivamente a escala mundial y sacara a millones de familias de la pobreza. Para muchos funcionó durante algún tiempo, para otros, el respiro que produjo disponer de unos dólares para reorganizar sus vidas se convirtió en una asfixia personal, al no poder hacer frente a los elevados tipos de interés con que el banco de la aldea gravó sus microcréditos y a las presiones a las que se vieron sometidos por esta institución.
Un sistema cuestionado

Y el sistema se extendió por los países más pobres del planeta. Actualmente, como se cuenta en "Microcréditos", más de mil pequeños bancos y organizaciones están ofreciendo microcréditos. El propio Grameen Bank cuenta con ocho millones y medio de clientes que representan un enorme potencial para crear nuevos negocios.

Y ante dicha expansión empresarial, una investigación periodística ha cuestionado el sistema de microcréditos. Este documental ha provocado que su fundador y premio Nobel de la Paz, Muhhamad Yunus haya sido acusado de evasión de impuestos. Según los defensores de Yunus todo obedece a una campaña del gobierno de Bangladesh en su contra. "Microcréditos" insiste en que la microfinanciación no es sostenible y que se está jugando con el dinero que tanto cuesta ganar, a los más pobres de los pobres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario